Al guardar todos los implementos de su peluquería para cerrar su negocio y dar por terminada su jornada, Eliane, una peluquera de La Coruña, una ciudad portuaria ubicada en el noroeste de España, se percató de un hombre que estaba sentado en un banco cercano.
El señor, de aproximadamente cuarenta años, parecía esperar a que caiga la noche para buscar un sitio donde cobijarse. Vestía ropa que exhibía roturas y manchones, su cabello caía en desorden sobre su espalda, su barba era tan espesa que escondía casi por completo su boca y sus zapatos aparentaban haber recorrido cientos de millas.
Invadida de ganas por ayudarlo, puesto que consideraba que un cambio de apariencia le traería alegría y mejores oportunidades, la mujer caminó hacia él y le extendió la mano, tras saludarlo, le preguntó cortésmente si podía cortar su cabello y uñas en el local.
El hombre, asombrado en un inicio por la ternura con la que Eliane se le acercó, accedió a acompañarla. Dentro de la peluquería, la mujer comenzó a liberar su cabello y reducir su barba de poco a poco, tras la que comenzaba a vislumbrarse una amplia sonrisa.
Tras afeitarlo casi a ras, la peluquera lavó su cabello. Los ojos del hombre, cuyo nombre no ha sido revelado, no dejaban de estar posados sobre el espejo, ampliamente abiertos, como si se hubiera reencontrado con un viejo amigo que no había visto en décadas.
A continuación, lo cortó con delicadeza, rapándolo por los lados para dejarle un flequillo largo sobre su rostro. Trasmasajear su cabeza y pies mientras daba rienda suelta a una conversación, tratando al hombre de forma similar a todos sus clientes, sin importarle en absoluto el estilo de vida que llevaba, dio un rápido vistazo a su ropa.
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En cuestión de minutos, hallaron un conjunto de ropa limpio para el señor. Sus zapatos rotos también fueron reemplazados por un nuevo par deportivo. Modelando de forma jocosa con su nuevo look, él y la artífice de la felicidad que irradiaba, Eliane, se tomaron unas fotos en la peluquería.
De acuerdo al medio español La Vanguardia, que hizo eco de la emotiva historia, no fue la primera vez que la peluquera le dedicaba una de sus noches por completo a asear y vestir a personas que atravesaban duras crisis sin un hogar al que ir. No obstante, esta vez compartió la historia para motivar a más personas a hacer lo mismo.