El debate presidencial 2025 que, duró casi cuatro horas, despertó la curiosidad de algunos electores sobre ciertos candidatos, muchos de ellos desconocidos para la mayoría. Pero las incógnitas sobre el futuro del país permanecen intactas.
Los 16 aspirantes a Carondelet tuvieron que responder apenas tres preguntas temáticas en 90 segundos cada una. Pocas interpelaciones, a cargo de los propios candidatos, se utilizaron para pedir explicaciones sobre las medidas planteadas. La tónica común fue que los postulantes utilizaran todo el tiempo aire para enumerar ideas sueltas, concatenadas o no, que buscaban convencer a los votantes.
Además, la fascinación de los políticos por mantener vivo en el escenario electoral al expresidente Rafael Correa limitó el intercambio y dio paso a la constante aclaración de los participantes sobre su postura frente a ese Gobierno.
Es así que, una vez más, el formato del debate escogido por el Consejo Nacional Electoral (CNE) ‘queda debiendo’ a los ecuatorianos las explicaciones concisas sobre las propuestas que plantean los presidenciales: cómo, con qué recursos y en qué plazos pretenden atender los múltiples problemas del país.
A eso se suma la tendencia de los contendores de evitar la profundización, aunque sea en una sola de sus promesas electorales. Y, como se está volviendo tradición, lo único que queda como recuerdo del evento son los ataques entre los participantes y sus respectivos memes posteriores.
Tampoco hubo interrupciones por parte de los moderadores, que estuvieron limitados a leer las preguntas, repetir las reglas y dar el paso a los presidenciales, pese al flagrante desdén de la mayoría en responder a las interrogantes planteadas.
Incluso, uno de los mismos candidatos, Pedro Granja, del Partido Socialista, lamentó que el “debate no sea un debate, sino una caricatura”.
Los ‘protagonistas’
La atención de la opinión pública se centró principalmente en la participación de los candidatos que lideran las encuestas que se han hecho públicas: el presidente Daniel Noboa y la correísta Luisa González. Y, aunque los dos tenían muchos aspectos y antecedentes que podían ser cuestionados, fue poca la mella que les hicieron sus opositores.
Solo dos momentos llenaron de tensión el set y pusieron en jaque a ambos candidatos. El primero fue cuando Francisco Tabacchi, del movimiento Creo, preguntó a Noboa cuáles son los nombres de los cuatro niños de Las Malvinas y si pedirá perdón por su presunta ejecución extrajudicial.
Y el segundo llegó cuando Andrea González, de Sociedad Patriótica, cuestionó a Luisa González de “politizar la tragediade cualquiera para tener un poco de atención” o de haber convertido a los adolescentes en “borregos” e “idiotas”.
Sin embargo, el presidente candidato optó por esquivar los cuestionamientos sobre su gestión y lanzar cifras o afirmaciones para contrarrestarlos. Mientras que Luisa González prefirió usar como escudo la “década ganada” y devolver ataques cuando se presentaba la oportunidad.
Otros cuestionamientos relevantes pasaron inadvertidos entre la poca relevancia de los candidatos criticados y la sobrecarga de fragmentos de información aislados que tuvieron la mayoría de los presidenciales.
Por ejemplo, cuando la candidata de la Revolución Ciudadana acusó a Iván Saquicela de liberar a alias Rasquiña. O cuando este último cuestionó a Víctor Araus sobre cómo iba a hacer para matar supuestos criminales. O cuando la candidata de Sociedad Patriótica preguntó a Pedro Granja si en verdad pensaba darle un salvoconducto a Jorge Glas. O cuando Jorge Escala preguntó a Daniel Noboa si iba a pagar la millonaria deuda de su familia con el SRI.
La espectacularidad
Hubo candidatos que apostaron por los efectos especiales y llevaron materiales de exhibición, sin tener en cuenta que los televidentes no podrían ver con claridad lo que querían mostrar a las cámaras. También hubo mantras que se repitieron sin cesar, como la “Constitución de alma chavista”, de Andrea González, o “resetear el Ecuador”, del candidato Felipe Tilleria.
Sin forma alguna de que los moderadores puedan cuestionar lo afirmado y prometido por los presidenciales, muchos aprovecharon la debilidad del formato y la ventaja del exceso de contendores y déficit de tiempo al aire para hacer promesas de impacto.
La inteligencia artificial se planteó como solución a casi todos los problemas del país, desde la corrupción, hasta la educación y la salud. Otros apostaron por la preocupación que genera la crisis de inseguridad no resuelta y se enfocaron en ofrecer medidas inconstitucionales como la pena de muerte o la cadena perpetua, con nuevos cementerios incluidos.
Así, al final de la noche, la ciudadanía, que decidió quedarse hasta el final de la transmisión, no tuvo la certeza de lo que ofrecen los aspirantes a Carondelet en los tres ejes temáticos planteados para el debate: seguridad, eficiencia y empleo.