
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido que más de 55 millones de personas “tienen demencia en todo el mundo”, mientras que la enfermedad de Alzheimer (EA) es la forma más común “y puede representar entre un 60% y un 70% de los casos”.
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El Alzheimer es más que una pérdida progresiva de la memoria. En algunos casos, los signos como alteraciones del sueño, ansiedad y depresión pueden preceder incluso al deterioro cognitivo más “visible”, según expertos. Mecanismos subyacentes a la degeneración neuronal en estas primeras etapas fueron analizados recientemente por un equipo de investigación compuesto por, entre otros, especialistas del Centro de Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).
En un estudio publicado en Alzheimer’s & Dementia identificaron una posible conexión entre la regulación del colesterol en el cerebro y la vulnerabilidad neuronal en las primeras etapas de la enfermedad.
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Para entender mejor los factores que explican por qué ciertas regiones cerebrales son más vulnerables que otras, los investigadores trabajaron con dos áreas, la sustancia negra (SN), conocida por su resistencia a la degeneración de la EA, y el locus cerúleo (LC), una región muy susceptible a la enfermedad, siempre de acuerdo a los autores.

“Estas dos regiones son notablemente similares a pesar de sus vulnerabilidades marcadamente diferentes a la enfermedad de Alzheimer”, planteó Alexander Ehrenberg, uno de los autores. De acuerdo a Ehrenberg y sus colegas, las dos áreas son similares anatómica y neuroquímicamente, y también presentan una vulnerabilidad similar a otras enfermedades neurodegenerativas como el párkinson.
El equipo de investigación utilizó una vasta colección de muestras de tejido cerebral obtenidas de dos bancos de cerebros, el Banco de Cerebros de Enfermedades Neurodegenerativas de la UCSF y el Biobanco para Estudios del Envejecimiento de la Universidad de São Paulo. El análisis observó en detalle ambas regiones, lo que permitió a los investigadores obtener una visión profunda de los procesos celulares que podrían estar involucrados en la vulnerabilidad neuronal.
Al examinar las diferencias en la expresión génica entre la sustancia negra y el locus cerúleo, descubrieron una marcada diferencia en cómo estas dos regiones manejan la regulación del colesterol. Para Ehrenberg, se trata de una “diferencia clave entre las regiones cerebrales, se relaciona con el metabolismo y la homeostasis del colesterol”.
Las neuronas del locus cerúleo parecen tener una gran “necesidad” de colesterol. Estas neuronas no solo producen su propio colesterol, sino que también trabajan intensamente para absorber el máximo posible de esta molécula esencial.

El equipo de investigación, liderado porEhrenberg y Lea Grinberg, planteó que las neuronas del locus cerúleo tienen niveles significativamente más altos de LDLR, un receptor que facilita la absorción de colesterol en las células. Este mismo receptor también permite la entrada de oligómeros tóxicos de beta amiloide(agrupaciones pequeñas de proteínas beta amiloide), conocidas por su papel en la degeneración neuronal en la EA, de acuerdo a su planteo. En cambio, las neuronas de la sustancia negra presentan un mecanismo que degrada selectivamente el LDLR, lo que las hace menos susceptibles a estos oligómeros.
Para los expertos, la regulación del colesterol podría no solo explicar por qué algunas personas son más vulnerables a la EA, sino también las diferencias de vulnerabilidad entre regiones cerebrales dentro de un mismo individuo. Las alteraciones en la regulación del colesterol podrían ser un factor importante para mitigar la susceptibilidad de regiones cerebrales clave como el locus cerúleo.
“El estudio destaca cómo la regulación del colesterol no solo explica las diferencias entre la vulnerabilidad de las personas al Alzheimer, sino también las diferencias en la vulnerabilidad entre las regiones cerebrales en las primeras etapas de la enfermedad”, dijo Grinberg.
Para los investigadores, la desregulación del LC está asociada con funciones como la regulación del sueño y el control neuroinflamatorio, reconocidos como factores de riesgo clave que pueden acelerar la progresión de la enfermedad de Alzheimer.