Latinoamérica tiene el 27 % de la cubierta forestal y el 35 % del agua dulce de todo el planeta pero muchos de sus ecosistemas enfrentan diferentes amenazas que ponen en peligro su fauna y flora, e incluso a sus habitantes, riesgos que están entre los principales puntos a debatir en la COP16 en Cali.
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Los ecosistemas protegen el planeta de fenómenos naturales como la retención de carbono, proceso que hacen los árboles de la Amazonía o los manglares, y ayudan a regular el clima, alterado justamente por el cambio climático que produce, por ejemplo, la pérdida de los ciclos hidrológicos, responsables de las precipitaciones.
Además, muchos de estos ecosistemas son hogar y sustento de la sociedad: un 40 % de la población trabajadora suramericana vive del campo y se estima que las comunidades indígenas que habitan la región salvaguardan el 80 % de la biodiversidad del mundo y el 36 % de los bosques.
Los ecosistemas pueden ser terrestres, acuáticos, mixtos y artificiales, y en América Latina los más importantes son los amazónicos, los andinos, los del Chaco -en el centro de Suramérica-, las sabanas, características de Brasil, Colombia y Venezuela; los pastizales del Río de la Plata, y la Mata Atlántica, en las costas de Brasil.
La especialista en conservación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) María José Villanueva explica a EFE que el principal problema es la destrucción de bosques y terrenos naturales para dedicarlos al ganado, la industria y la minería ilegal.
Deforestación e incendios
Villanueva asegura que la deforestación está destruyendo la selva del Amazonaspara construir industrias y acotar pastos para la ganadería a pesar de que este pulmón supone el 56 % de las selvas tropicales del mundo, alberga entre el 16 y el 20 % del agua dulce del planeta y el 25 % de su biodiversidad.
«La deforestación resulta en la pérdida de biodiversidad y, si esta se pierde, se pierden las funciones de los ecosistemas, como la retención de carbono secuestrado en la biomasa de los árboles», afirma.
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En este sentido, Villanueva asegura que, debido a la deforestación, la función de retención de carbono podría invertirse: «el Amazonas está en una situación muy particular en la que puede dejar de absorberlo (carbono) y empezar a emitirlo».
Otra gran amenaza para los ecosistemas vegetales de la región son los incendios, causados por las sequías producidas por el cambio climático, que arrasan la fauna y la flora, y que en las últimas semanas causaron estragos en Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia.
Sociedad en peligro
El cambio climático no solo afecta y destruye los entornos naturales sino que también perjudica a quienes viven en ellos y de ellos. «Más allá del discurso de la importancia de la naturaleza en sí, hay que entender a que la naturaleza es el fundamento de la sociedad como la conocemos», señala la científica.
Según un estudio de Acnur, Brasil, Colombia, Haití y México fueron los países con más desplazamientos internos a causa de fenómenos climáticos durante 2023, año en el que las inundaciones, sequías y temperaturas extremas obligaron a más de dos millones de personas a dejar sus hogares en América Latina.
Para el año 2050, el Banco Mundial calcula en 17 millones el número potencial de migrantes climáticos en América Latina, si se cumplen los escenarios más pesimistas.
«La emisión de gases de efecto invernadero está acelerando el calentamiento del planeta, que resulta en la falta de precipitaciones y la pérdida de la biodiversidad y de las capacidades de resiliencia de su población», subraya Villanueva.
Trabajo común
La bióloga Tania González, profesora de la Universidad Javeriana de Bogotá, explica a EFE que hay que concienciar a toda la sociedad sobre la importancia de los ecosistemas que hay en Latinoamérica, las amenazas a las que se enfrentan y que «nos afectan como humanos aunque no vivamos en esas zonas», y agrega que la educación medioambiental debería empezar en los colegios.
Por su parte, María Alejandra Chaux, especialista en recursos naturales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), explica a EFE que los gobiernos deberían implementar políticas que aseguren las buenas prácticas agrícolas y alimenticias para adaptarse a los ecosistemas y asegurar un sistema sostenible, un trabajo que «debe ser de toda la sociedad y no solo de un gobierno o una ONG».