
La demencia afecta a 57 millones de personas en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), constituye una de las principales causas de discapacidad y dependencia en la vejez, y cada año se suman cerca de diez millones de nuevos diagnósticos. La enfermedad de Alzheimer representa entre el 60% y el 70% de los casos.
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La edad es el principal factor de riesgo para el desarrollo de demencia, pero existen otros elementos modificables, como la dieta, la actividad física y el control de enfermedades crónicas, que pueden influir en la aparición y progresión del deterioro cognitivo. En este contexto, el consumo de sal ha cobrado relevancia como posible factor de riesgo.
Consumo de sal y su impacto en la salud
La OMS recomienda un consumo diario de sal inferior a 5 gramos, pero la realidad dista mucho de este objetivo. Estudios publicados en ScienceDirect y JAMDA indican que la media de consumo en adultos ronda los 10 a 12 gramos diarios en muchos países, duplicando o incluso triplicando la recomendación internacional.
Tradicionalmente, este exceso se ha asociado con hipertensión y enfermedades cardiovasculares, pero la evidencia reciente apunta también a su posible papel en el deterioro de la función cognitiva.
La relación entre el consumo de sal y el deterioro cognitivo ha sido objeto de diversos estudios epidemiológicos. Una investigación prospectiva publicada en JAMDA siguió durante más de once años a 2.041 adultos mayores y los clasificó según su ingesta de sal medida por excreción urinaria.
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Los resultados mostraron que, a mayor consumo de sal, mayor fue el descenso en las puntuaciones de pruebas cognitivas como el Mini Mental State Examination (MMSE) y la Montreal Cognitive Assessment (MoCA).