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En qué se diferencian el pan blanco del integral y cuáles son sus beneficios para la salud

La palabra “integral” remite a lo completo, a lo que se mantiene entero. En el caso del pan, esto implica que el grano de trigo se procesa sin remover ni el germen ni el salvado. Esto permite conservar todas las partes del grano original, incluyendo sus nutrientes más beneficiosos.

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El resultado es un pan que aporta más fibra, lo cual tiene efectos positivos sobre la salud intestinal. Contribuye a mejorar el tránsito digestivo, favorece la alimentación de la microbiota —las bacterias intestinales beneficiosas— y ayuda a prevenir la constipación. Además, gracias a esa fibra, el pan integral tiene un efecto más lento sobre los niveles de azúcar en sangre, lo que ayuda a evitar picos de glucosa e insulina.

También se mantienen las vitaminas del grano y los minerales que se encuentran concentrados en el salvado y el germen, elementos que el cuerpo necesita en cantidades pequeñas pero constantes para mantener funciones metabólicas y de defensa.

Es importante saber que el pan blanco no está contraindicado. Su consumo puede integrarse en una alimentación equilibrada, con moderación y atendiendo al resto de la dieta. Como en muchos otros casos, la clave está en el equilibrio.

El pan integral, en términos generales, tiene un costo más elevado que el blanco, y eso puede influir en la elección. Pero si se puede optar, el pan integral representa una mejor opción nutricional.

Cereales integrales y salud: el enfoque de Harvard

El pan integral conserva el
El pan integral conserva el grano entero y sus nutrientes. El blanco, aunque más liviano y fácil de digerir, pierde parte de su valor nutricional en el refinado (Imagen ilustrativa Infobae)

Desde la Universidad de Harvard, especialistas en nutrición refuerzan la importancia de los cereales integrales en la dieta diaria. Al conservar el grano completo, los cereales integrales —como el pan de trigo integral, la avena o el arroz integral— ofrecen un conjunto de nutrientes que se pierde en las versiones refinadas.

“Al consumir un grano integral, obtiene más que solo la fibra del salvado. También obtiene todas las vitaminas, minerales, grasas buenas, proteínas, antioxidantes y otras partes saludables del germen del grano”, explican los expertos.

Este tipo de alimentos, reduce el riesgo de enfermedades cardíacas y de diabetes tipo 2. Además, hay evidencia de que quienes consumen más granos integrales tienden a tener una mayor esperanza de vida que quienes priorizan los refinados.

Una advertencia frecuente de los nutricionistas de Harvard tiene que ver con el etiquetado. No todos los panes que parecen “saludables” lo son en términos de integralidad. Frases como “harina de trigo”, “multigrano” o “orgánico” pueden ocultar la presencia predominante de harinas refinadas. La recomendación es clara: buscar que el primer ingrediente listado sea explícitamente “grano integral” o “trigo integral 100 %”.

* El doctor Daniel López Rosetti es médico (MN 62540) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Presidente de la Sección de Estrés de la World Federation for Mental Health (WFMH). Y es autor de libros como: “Emoción y sentimientos” (Ed. Planeta, 2017), “Equilibrio. Cómo pensamos, cómo sentimos, cómo decidimos. Manual del usuario.” (Ed. Planeta, 2019), entre otros.

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